lunes, 14 de abril de 2014

Literofilia

      Buzón lleno. Cartas con sello de cera y letras en tinta secada a soplo y vela.
      Retina cansada. Dedos manchados de ideas, barba enredada en historias.
      El frío penetrando la piel del escritor, como el virote que dispara la ballesta del placer digno, pero trabajo sin ganancia.
      Nadie dijo que ser escritor en 1865 fuera fácil. Nadie dijo lo contrario. Sin embargo, el escritor continuó dibujando las letras de sus musas. Con los pulmones heridos de invierno, con el corazón febril de sueños. Con la tinta pintando sus uñas y las ojeras tiñendo su rostro.
      Una idea, sólo una. Un sueño. Una visión. Su libro.

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