miércoles, 30 de abril de 2014

Caramelo rojo

Los caramelos rojos eran los más deliciosos, por eso María metía la mano en la bolsa y retorcía el brazo jugando con sus pequeños dedos en busca de aquel pegajoso tesoro.
Era casi una tortura ver aquella carita de ángel sudar gotas de impaciencia, mordiéndose la lengua y frunciendo el ceño en busca de su caramelo rojo.
Los flecos de su camisilla amarilla se movían nerviosos dibujando tornados de ansiedad mientras María refunfuñaba que alguien se había comido el último de los dichosos caramelitos rojos.
Más allá, arriba, por encima de los años inocentes, a la altura de la madurez, su padre tragaba lentamente, boca cerrada, mirada al cielo, relamiéndose interiormente, saboreando el último, el más delicioso, el caramelo rojo.


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