Hace unos días encontré en algún lugar de mi memoria unas líneas sobre un artículo que escribí sobre los famosos libros de Lewis Carroll y dos de sus adaptaciones cinematográficas. Es uno de los primeros artículos que escribí y al que tengo especial cariño por tratar de uno de mis libros favoritos: Alicia en el País de las Maravillas. Fue publicado en la revista literaria de mi facultad, llamada Puzzle de Sombras, hace tres años; y como al leerlo de nuevo he vuelto a sentir esa emoción que se tiene tras finalizar un libro, he decidido compartir este artículo con ustedes. Será un placer volver a viajar a través de la madriguera del Conejo Blanco, esta vez en compañía...
De vuelta al País de las Maravillas
Entre 1865 y 1871 Lewis Carroll publicaría las dos
fantásticas historias dedicadas a Alicia y protagonizadas por la misma, una de
las hijas del matrimonio Liddell, muy amigo del escritor. Casi un siglo después
y una fama singular, en 1951 la factoría Disney decidió dar color y movimiento
a las imágenes escritas por Carroll, en una versión tierna y retorcida en la
que se fundían ambas obras para dar lugar a un mayor y más loco País de las
Maravillas. Recortando aquí y allá y dando más énfasis al primer libro, la Alicia en el País de las Maravillas de
Disney triunfó de una manera extraña: atrayendo con su belleza y asustando con
la nueva visión de toda una serie de personajes llenos de locura y contradicción.
Esto no era más que la imagen viva, en movimiento, de lo que en una tarde dorada Lewis planteó como un
sueño de niños. De nuevo, medio siglo después de la película de dibujos
animados, llega de la mano del creador de sueños infantiles más importante de
la historia, Disney, otra nueva versión del clásico de Carroll. Esta vez
dirigido por la magnífica imaginación del Midas Tim Burton, quien últimamente
cada cosa que toca la convierte en oro.
La Alicia en el País
de las Maravillas del siglo XXI viene acompañada del 3D, una vieja técnica
mejorada por el actual boom informático, que hará que los que nacimos con la
pequeña rubia y crecimos en su mundo de ensueño, volvamos de nuevo al País de
las Maravillas de una forma más vivida, pudiendo por fin tocar al gato
Cheshire, o tomar el té junto al Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. La nueva
versión de Burton presenta a la soñadora más conocida en el mundo entero, con
veinte años y un destino oscuro ante su más que evidente compromiso con un lord
amigo de la familia. Esto no es más que la excusa para que tanto la ya joven
Alicia como sus también crecidos admiradores (nosotros), volvamos a ver al
Conejo Blanco correr sin tiempo, apurado, por entre las ramas y árboles;
volvamos a seguirlo, curiosos por ver de cerca al conejo con chaleco más famoso
de la historia; volvamos, al fin, a caer por el hueco oscuro y profundo de la
madriguera y pisemos de nuevo, sin saber si de forma real o soñada, el
saloncito en el cual empieza la aventura: crecer, menguar, crecer… todo un
símbolo de la vida, el tiempo y la pérdida del ser mientras se madura en el
paso continuo hacia la vejez.
Invito a todo aquel que aún no haya leído las obras de
Carroll, a que se anime a hundirse en ese mundo de locos, y a los que ya han
saboreado sus páginas, a que vuelvan a ellas, inocentes de nuevo, como niños,
como Alicia. Porque las aventuras de Alicia
en el País de las Maravillas y A
Través del Espejo, como se titulan los dos libros, no tienen desperdicio
alguno, al contrario, son un derroche de diversión, absurdo y constantes juegos
lógicos y lingüísticos. Una empresa que aunque parezca de niños, dice mucho a
los adultos, sobre todo a aquellos que creen que por ser más altos, más sabios
y menos ágiles, ya no serían capaces de pasar por el hueco de la madriguera.
Éstos han de saber que el agujero viene a medida, igual que la locura de los
habitantes del país subterráneo.
También invito a todos, grandes y pequeños, que tras la
lectura disfruten de las dos versiones que confeccionó Disney, cual sombrerero
de Carroll, sobre estos cuentos. Que saquen sus propias conclusiones, que se
aprendan algunas canciones y que finalmente elijan a su personaje favorito,
porque quizá en él encuentren un poco de sí mismos y descubran que al final
Carroll era un loco escritor que estaba muy cuerdo, y que mucho de lo que
escribió, sin sentido aparente, sí que lo tiene, sí que tiene algo de realidad,
sí que viene de ésta. Porque si no fuese así ¿en qué se parecen, entonces, un
cuervo y un escritorio? No sé…
Podría hablar de lo que muchos han dicho y escrito sobre los
cuentos de Carroll, pero aquí creo que no interesa eso. No hay que buscarle el
sentido o la lógica a sus historias, porque dentro de ellas justamente se juega
con ambos elementos, se juega con la realidad y el sueño, con el absurdo más
lógico que haya existido jamás. Por eso, ¿para qué pararnos en la realidad de
la obra cuando podemos detenernos a admirar su interior? De ahí que les anime a
encontrarse frente a frente con Alicia y a tomar de su aventura lo que más les
guste.
A esta soñadora que les escribe, sin duda, le parece una
obra excelente, unos cuentos que ya le hubiera encantado descubrir más niña en
la torre de libros que miraba atónita y anhelaba alcanzar, unas historias
cargadas de magia y fantasía, de matemáticas y lengua, y unas líneas de tinta
bien sabidas dibujar y decorar por las versiones cinematográficas de Disney (Si
bien hay que decir que se han hecho muchas más).
Para finalizar, adjunto las respuestas dadas por ciertos
personajes que ya seguro conocerán, acerca de la versión propuesta por Burton
de Alicia en el País de las Maravillas:
‹‹¡QUE LE
CORTEN LA CABEZA!›› La Reina de Corazones se marchó enfurecida tras semejante
grito, claro está que no le gustó nada que la confundiesen con la Reina Roja,
su vecina, más aficionada al ajedrez que a los naipes.
‹‹ Aquí
estamos siempre en la hora del té y no queda tiempo ni para lavar la vajilla
entre taza y taza.›› Comentó el Sombrerero Loco antes de parar la entrevista
para cambiarnos de sitio. Con la Liebre de Marzo fue más difícil hablar, todo
el rato lanzando tazas a diestro y siniestro mientras invitaba a todos al té.
‹‹Sé muy
bien lo que estás pensando, pero te equivocas… ¡No es así! (dijo
Tweedledum). O por el contrario, si fuera
así, pudiera muy bien serlo; y qué duda cabe que si fue así, entonces lo
hubiera sido…, pero como resulta que no es así, pues no lo es… ¡y sanseacabó!
¡Vamos, eso es pura lógica! (dijo Tweedledee).›› A nadie le quedó claro cuál
fue la respuesta de los pequeños gemelos sobre el desenlace de la lucha de
Alicia contra el Galimatazo, el cual, por cierto, sí que sale en el segundo
libro, en un poema que sólo se puede leer mirándolo a través del espejo.
‹‹¡Ay, Dios
mío, qué tarde se me está haciendo!›› Ya saben, el Conejo Blanco…
‹‹¡Esa es justamente
la cuestión! No me puedo explicar a mí misma porque yo no soy yo, ¿se da usted
cuenta?›› Dijo la pequeña rubia de Carroll mientras intentaba explicarle que
la pregunta se refería a la interpretación que se hizo de ella.
En fin, todo cuento, toda historia, y todas sus versiones
son válidas y especiales, porque todas han salido de la imaginación de alguien,
todas han huido de sus sueños y se han convertido en guía para otros. Y estos
otros somos todos, grandes y pequeños, que aún saltamos a nuestra imaginación
buscando escondernos a veces de la aplastante realidad del día a día, que
brincamos hacia la madriguera de nuestros sueños intentando alcanzar lo
imposible, que nos sentimos curiosas Alicias tras un Conejo Blanco. Porque, al
fin y al cabo ¿qué es la imaginación, los sueños, la fantasía sino un País de
las Maravillas?
Recuerdo este artículo cuando lo leí la primera vez y ha sido un placer volver a leerlo. Un gran artículo sin duda.
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