martes, 19 de marzo de 2013

De vuelta al País de las Maravillas

   Hace unos días encontré en algún lugar de mi memoria unas líneas sobre un artículo que escribí sobre los famosos libros de Lewis Carroll y dos de sus adaptaciones cinematográficas. Es uno de los primeros artículos que escribí y al que tengo especial cariño por tratar de uno de mis libros favoritos: Alicia en el País de las Maravillas. Fue publicado en la revista literaria de mi facultad, llamada Puzzle de Sombras, hace tres años; y como al leerlo de nuevo he vuelto a sentir esa emoción que se tiene tras finalizar un libro, he decidido compartir este artículo con ustedes. Será un placer volver a viajar a través de la madriguera del Conejo Blanco, esta vez  en compañía...


De vuelta al País de las Maravillas


   Entre 1865 y 1871 Lewis Carroll publicaría las dos fantásticas historias dedicadas a Alicia y protagonizadas por la misma, una de las hijas del matrimonio Liddell, muy amigo del escritor. Casi un siglo después y una fama singular, en 1951 la factoría Disney decidió dar color y movimiento a las imágenes escritas por Carroll, en una versión tierna y retorcida en la que se fundían ambas obras para dar lugar a un mayor y más loco País de las Maravillas. Recortando aquí y allá y dando más énfasis al primer libro, la Alicia en el País de las Maravillas de Disney triunfó de una manera extraña: atrayendo con su belleza y asustando con la nueva visión de toda una serie de personajes llenos de locura y contradicción. Esto no era más que la imagen viva, en movimiento, de lo que en una tarde dorada Lewis planteó como un sueño de niños. De nuevo, medio siglo después de la película de dibujos animados, llega de la mano del creador de sueños infantiles más importante de la historia, Disney, otra nueva versión del clásico de Carroll. Esta vez dirigido por la magnífica imaginación del Midas Tim Burton, quien últimamente cada cosa que toca la convierte en oro.

   La Alicia en el País de las Maravillas del siglo XXI viene acompañada del 3D, una vieja técnica mejorada por el actual boom informático, que hará que los que nacimos con la pequeña rubia y crecimos en su mundo de ensueño, volvamos de nuevo al País de las Maravillas de una forma más vivida, pudiendo por fin tocar al gato Cheshire, o tomar el té junto al Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. La nueva versión de Burton presenta a la soñadora más conocida en el mundo entero, con veinte años y un destino oscuro ante su más que evidente compromiso con un lord amigo de la familia. Esto no es más que la excusa para que tanto la ya joven Alicia como sus también crecidos admiradores (nosotros), volvamos a ver al Conejo Blanco correr sin tiempo, apurado, por entre las ramas y árboles; volvamos a seguirlo, curiosos por ver de cerca al conejo con chaleco más famoso de la historia; volvamos, al fin, a caer por el hueco oscuro y profundo de la madriguera y pisemos de nuevo, sin saber si de forma real o soñada, el saloncito en el cual empieza la aventura: crecer, menguar, crecer… todo un símbolo de la vida, el tiempo y la pérdida del ser mientras se madura en el paso continuo hacia la vejez.

   Invito a todo aquel que aún no haya leído las obras de Carroll, a que se anime a hundirse en ese mundo de locos, y a los que ya han saboreado sus páginas, a que vuelvan a ellas, inocentes de nuevo, como niños, como Alicia. Porque las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y A Través del Espejo, como se titulan los dos libros, no tienen desperdicio alguno, al contrario, son un derroche de diversión, absurdo y constantes juegos lógicos y lingüísticos. Una empresa que aunque parezca de niños, dice mucho a los adultos, sobre todo a aquellos que creen que por ser más altos, más sabios y menos ágiles, ya no serían capaces de pasar por el hueco de la madriguera. Éstos han de saber que el agujero viene a medida, igual que la locura de los habitantes del país subterráneo.

   También invito a todos, grandes y pequeños, que tras la lectura disfruten de las dos versiones que confeccionó Disney, cual sombrerero de Carroll, sobre estos cuentos. Que saquen sus propias conclusiones, que se aprendan algunas canciones y que finalmente elijan a su personaje favorito, porque quizá en él encuentren un poco de sí mismos y descubran que al final Carroll era un loco escritor que estaba muy cuerdo, y que mucho de lo que escribió, sin sentido aparente, sí que lo tiene, sí que tiene algo de realidad, sí que viene de ésta. Porque si no fuese así ¿en qué se parecen, entonces, un cuervo y un escritorio? No sé…

   Podría hablar de lo que muchos han dicho y escrito sobre los cuentos de Carroll, pero aquí creo que no interesa eso. No hay que buscarle el sentido o la lógica a sus historias, porque dentro de ellas justamente se juega con ambos elementos, se juega con la realidad y el sueño, con el absurdo más lógico que haya existido jamás. Por eso, ¿para qué pararnos en la realidad de la obra cuando podemos detenernos a admirar su interior? De ahí que les anime a encontrarse frente a frente con Alicia y a tomar de su aventura lo que más les guste.

   A esta soñadora que les escribe, sin duda, le parece una obra excelente, unos cuentos que ya le hubiera encantado descubrir más niña en la torre de libros que miraba atónita y anhelaba alcanzar, unas historias cargadas de magia y fantasía, de matemáticas y lengua, y unas líneas de tinta bien sabidas dibujar y decorar por las versiones cinematográficas de Disney (Si bien hay que decir que se han hecho muchas más).

   Para finalizar, adjunto las respuestas dadas por ciertos personajes que ya seguro conocerán, acerca de la versión propuesta por Burton de Alicia en el País de las Maravillas:

‹‹¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!›› La Reina de Corazones se marchó enfurecida tras semejante grito, claro está que no le gustó nada que la confundiesen con la Reina Roja, su vecina, más aficionada al ajedrez que a los naipes.

‹‹ Aquí estamos siempre en la hora del té y no queda tiempo ni para lavar la vajilla entre taza y taza.›› Comentó el Sombrerero Loco antes de parar la entrevista para cambiarnos de sitio. Con la Liebre de Marzo fue más difícil hablar, todo el rato lanzando tazas a diestro y siniestro mientras invitaba a todos al té.

‹‹Sé muy bien lo que estás pensando, pero te equivocas… ¡No es así! (dijo Tweedledum). O por el contrario, si fuera así, pudiera muy bien serlo; y qué duda cabe que si fue así, entonces lo hubiera sido…, pero como resulta que no es así, pues no lo es… ¡y sanseacabó! ¡Vamos, eso es pura lógica! (dijo Tweedledee).›› A nadie le quedó claro cuál fue la respuesta de los pequeños gemelos sobre el desenlace de la lucha de Alicia contra el Galimatazo, el cual, por cierto, sí que sale en el segundo libro, en un poema que sólo se puede leer mirándolo a través del espejo.

‹‹¡Ay, Dios mío, qué tarde se me está haciendo!›› Ya saben, el Conejo Blanco…

‹‹¡Esa es justamente la cuestión! No me puedo explicar a mí misma porque yo no soy yo, ¿se da usted cuenta?›› Dijo la pequeña rubia de Carroll mientras intentaba explicarle que la pregunta se refería a la interpretación que se hizo de ella.


   En fin, todo cuento, toda historia, y todas sus versiones son válidas y especiales, porque todas han salido de la imaginación de alguien, todas han huido de sus sueños y se han convertido en guía para otros. Y estos otros somos todos, grandes y pequeños, que aún saltamos a nuestra imaginación buscando escondernos a veces de la aplastante realidad del día a día, que brincamos hacia la madriguera de nuestros sueños intentando alcanzar lo imposible, que nos sentimos curiosas Alicias tras un Conejo Blanco. Porque, al fin y al cabo ¿qué es la imaginación, los sueños, la fantasía sino un País de las Maravillas?

1 comentario:

  1. Recuerdo este artículo cuando lo leí la primera vez y ha sido un placer volver a leerlo. Un gran artículo sin duda.

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