jueves, 3 de enero de 2013

Personas y Libros I

  Reordenando los libros de mi desbordada biblioteca se me ocurrió calcular cuántos de éstos había leído al menos una vez y cuántos aún esperaban ansiosos entre el tumulto de lomos. Desistí a medio camino cuando los libros se amontonaban a partes iguales en el lado de los leídos y en el de los no leídos.

  ¿Cuántos de los libros de tu biblioteca mimas más a menudo? ¿Cuántos te miran detrás de la capa de polvo esperando su momento?

  Todo esto me llevó a pensar que existen dos tipos de persona en base a los libros que la rodean: los lectores y los coleccionistas.

  Yo desde luego me considero coleccionista. Este tipo de persona acumula cantidades ingentes de libros ya sea por su autor o por su título, por su portada o porque “parecía interesante cuando lo vi en la librería”, muchos son inocentes regalos que jamás serán leídos, o incluso adopciones y préstamos olvidados al fondo de la estantería. Para el coleccionista hay algo mágico en los libros, cualquiera que este sea. Todo libro puede servirle, todo libro le enseñará algo nuevo en cuanto tenga tiempo de entregarse a él, tiempo que posiblemente nunca llegue. El coleccionista pasa cada día por su biblioteca y observa orgulloso los lomos amontonados, se detiene a releer sus títulos, a repasar con el dedo el surco que delinea el nombre de su autor y siempre, siempre, toma uno de ellos y lo abre en busca de nuevos misterios por desvelar. El coleccionista leerá dos o tres líneas y no más para recordar por qué ése forma parte de su pequeño tesoro, porque siempre el tesoro será pequeño, aunque abarrote una habitación entera. El coleccionista abre un libro y directamente pega su nariz a la hoja, olvida su condición de alérgico, ignora a los malévolos ácaros gracias al placer que le produce el olor a viejo: sabiduría guardada en pequeñas dosis de aroma. O el olor a nuevo: efluvios de nuevas aventuras. El coleccionista no cambia, su pensamiento no varía, su obsesión seguirá creciendo como lo hará su biblioteca y siempre la lista de no leídos será mayor que la de los leídos.

  Sin embargo, conozco a muchos lectores. El lector es ese tipo de persona que siempre tiene en su mesa de noche un libro. A diferencia del coleccionista, el lector no tiene un altar de lomos sino que acumula sus tesoros aquí y allá. No necesita exponerlos porque sabe que están dentro de sí. El lector quizá tenga pocos libros, pero los ha leído todos, muchos de ellos prestados y devueltos, muchos también prestados y pseudo olvidados en algún cajón -¿Quién no ha perdido un libro de esta forma?- . El lector va a la librería y sabe lo que busca mientras que el coleccionista puede vagar horas entre novedades y clásicos. Al lector generalmente no le importa mucho el exterior porque amará ciegamente el interior, tomará de dentro la flor del saber y recordará las letras más no el color de una portada. El lector relee sus libros, nunca los abandona o los olvida por estar perfectamente colocado en un estante y si hay alguno que no ha sido abierto es porque es nuevo y ha de esperar paciente a que el libro anterior termine de ser leído. El lector reúne los datos de su realidad y busca coincidencias con lecturas pasadas. Se toma la vida con la misma paciencia con la que toma un libro y medita los hechos de la misma forma en que se concentra en entender al protagonista de una obra. El lector parece vivir libre, a la espera de que llegue un libro a sus manos, a diferencia del coleccionista, que vive acomodando el nido de su siempre pequeña colección.

  Si resultan interesantes estos dos tipos de persona, curioso es observarlas juntas: El coleccionista será un gran amigo para el lector, que verá en él un perfecto prestamista, y el lector será para el coleccionista como un ave rapaz en busca de alimento. Aún así, la amistad entre un coleccionista y un lector será pura e indestructible pues si el primero lo prefiere tener cerca para cuidar de sus crías, el segundo se mantendrá fiel a su lado rellenando su insaciable sed de letras. Ambos podrán convertirse en grandes amigos aportando el uno al otro lo mejor de su carácter: el coleccionista mostrará los beneficios de una biblioteca y el mundo por descubrir de las portadas y ediciones, y el lector enseñará que siempre hay tiempo para un buen libro y que no siempre es obligatorio acumular.

  He de decir que mi amiga lectora se ha beneficiado bastante de mi biblioteca, y aún más, me ha enseñado a desprenderme de supuestos tesoros que formaban más parte de ella que de mí. Por eso, es importante que los dos tipos convivan: el lector puede ayudar a un coleccionista cuya pasión se le ha ido de las manos, pero sobre todo ¿Qué haría un lector sin un coleccionista cerca?



  Artículo publicado en el 5º número de El Vagón de las Artes. Les invito a sacar sus conclusiones y, si quieren, a darme sus opiniones e impresiones, me encantaría conocer cuántos lectores y coleccionistas rondan la web.

Un saludo y buena lectura.

2 comentarios:

  1. Pues yo no estoy muy de acuerdo con esa dicotomía. Pienso que no existe el coleccionista en sí de libros, y sí, personas que por representar una cierta identidad en sus casas compran libros o colecciones de forma hortera. El coleccionista tal y como se presenta aquí parece identificar muchos libros que no lee: ¿Cómo sabe y para qué compra esos libros? No me parece tan sencillo llegar a ese estado de cosas desde la no-lectura.

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  2. Ambos, el Coleccionista y el Lector, aman los libros y los leen. El Coleccionista lee, pero para él la lectura implica mucho más, implica amontonar sus tesoros, coleccionar ediciones, tomos, autores, títulos...
    Creo que el coleccionista en el que piensas es uno más superficial. Yo hablo de uno amante de la lectura, más allá, amante de la literatura.
    Y hablo desde la experiencia, yo soy Coleccionista ;)

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