lunes, 14 de enero de 2013

Dos menos uno


Llovía desmesuradamente aquella noche, llovía tanto que aún dentro de la cabaña diluviaba. Goteras aquí y allá tintineaban rompiendo el silencio que desde hacía unos días se había instaurado en aquella dictadura personal.

Había dos y era uno el que gobernaba. Había dos, pero el toro del estandarte militar del uno pisoteaba las espigas humildes del otro. Había dos, como en un folleto de regalos para el día de San Valentín. Había dos, pero sólo uno respiraba.

La calma pudo haber llegado tantos años atrás, cuando las pasiones desenfrenadas empezaban a suavizar las esquinas de dos personalidades diferenciadas. Pero no llegó. El rumor del ego fue mayor que los susurros de las caricias. Los gritos del yo-yo-yo hicieron papilla el nosotros-nosotros-nosotros.

Y ahora el silencio lo invadía todo, roto únicamente por el tic-tic de las goteras, por el dolor de la pérdida y la respiración que faltaba.

2 comentarios:

  1. Con este relato has conseguido remover varias emociones en mí. De una forma tan poética como intensa has logrado reflejar una realidad dolorosa y tristemente habitual.

    Me ha encantado.

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