Llovía desmesuradamente aquella noche, llovía tanto que aún
dentro de la cabaña diluviaba. Goteras aquí y allá tintineaban rompiendo el
silencio que desde hacía unos días se había instaurado en aquella dictadura
personal.
Había dos y era uno el que gobernaba. Había dos, pero el
toro del estandarte militar del uno pisoteaba las espigas humildes del otro.
Había dos, como en un folleto de regalos para el día de San Valentín. Había
dos, pero sólo uno respiraba.
La calma pudo haber llegado tantos años atrás, cuando las
pasiones desenfrenadas empezaban a suavizar las esquinas de dos personalidades
diferenciadas. Pero no llegó. El rumor del ego fue mayor que los susurros de
las caricias. Los gritos del yo-yo-yo hicieron papilla el nosotros-nosotros-nosotros.
Y ahora el silencio lo invadía todo, roto únicamente por el
tic-tic de las goteras, por el dolor de la pérdida y la respiración que
faltaba.
Con este relato has conseguido remover varias emociones en mí. De una forma tan poética como intensa has logrado reflejar una realidad dolorosa y tristemente habitual.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Muchas gracias!!
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