lunes, 4 de abril de 2011

Séptima escena de invierno: La hora de la merienda

El olor a lluvia helada que se colaba por las paredes viejas fue dando paso al delicioso aroma a tierra mojada… a barro grumoso con trozos de hierba… al humeante té endulzado con un, con dos terrones de azúcar. El vapor de las vasijas de metal bailaba al son de los grititos de hervor mientras Victoria, aún adormecida, intentaba dar crédito a su visión.

Ya era la hora de la merienda. El sol caía rojizo tras los arbustos de la terraza y la mesa ya estaba puesta, llena de dulces de todos los tipos y colores. Un pajarillo pasó cerca de ella asustándola ¿Cuánto tiempo hacía que no bajaba a merendar? Sus dedos se curvaban dolorosos y ansiosos, extrañando quizá el tacto duro y frío de algún libro, y Victoria fijando su vista de nuevo en la mesa no encontraba ninguno… Sólo había comida y bebida y la idea agobiante de pasar un rato sin la compañía de las letras.

-¡Ya está aquí! ¡Ya está aquí!- La voz nerviosa procedente del fondo de la mesa la despertó de su desalentador pensamiento. Allí estaban sus hermanas riendo y comiendo y gritando y haciéndole señas para que se acercara ¿Cuánto tiempo hacía que no las veía? Se acercó lentamente con una mueca que quería    convertirse en sonrisa, saludó cordialmente con dos besos a cada una y se sentó al lado de la pequeña Mona    -¡No! ¡No! ¡Ahí no! gritaron las dos graciosas hermanas a la vez mientras Victoria sin saber qué pasaba se levantaba a toda prisa. -¿Seguro que no quieres una taza de té?- preguntó Erika sentada en un extremo de la mesa -O dos tazas ¿seguro que no quieres dos tazas de té? ¿Con cuchara o sin cuchara?- Victoria miraba a todos lados detrás de la silla de la que se había levantado ¿Qué estaba pasando? –Pues lo cierto es que prefiero tomar el té en el desván… No es mi cumpleaños, no encuentro razón para merendar aquí…- dijo avergonzada mientras se acercaba en busca de una taza. -¿¡RATÓN!? ¡Un ratón! ¡Un ratón! ¡Un ratón!- empezó a gritar Mona levantándose y corriendo alrededor de la mesa, con los brazos en alto y tirando a su paso todas las sillas, los platos de las esquinas y todo lo que encontrase en su camino, incluyendo a Victoria.

-¡A dicho “razón” no “ratón”!- gruñó Erika ayudando a su hermana a levantarse del suelo para luego ofrecerle una taza de té con algunas pastitas -Siéntate aquí, querida- suspiró y continuó  -Como no es tu cumpleaños te hemos comprado un regalo- concluyó. –¡Sí, suerte que nos hemos acordado!- dijo riendo Mona desde la otra esquina, señalando a un lado de Victoria, donde había dispuesto un servicio en cuyo plato había una gran caja -¡Esperamos que te guste!- gritaron las dos a la vez.

En silencio Victoria tomó el regalo y con delicadeza desató el lazo, separó las cintas y abrió la tapa inclinándose hacia delante para ver dentro. Inmediatamente se alejó, sus ojos plata se abrieron totalmente y miró a un lado y otro, luego fijó su mirada inquieta en sus hermanas y volvió a bajarla hacia la caja. Sus manos nerviosas sacaron de ella un gran sombrero verde con una etiqueta curiosa a un lado. -¡Pruébatelo! ¡Pruébatelo!- Gritaron al unísono de nuevo. Victoria se levantó con el regalo aún en las manos y dando pasos hacia atrás preguntó -¿Quiénes son ustedes?-

-¿Es que no nos reconoces?- Dijo triste la pequeña Mona

-¡Pues claro que nos reconoce!- Respondió Erika apresuradamente -¡Yo soy tu hermana… La Liebre de Marzo, y ella es el tierno Lirón! ... ¿Te encuentras bien, Sombrerero?-

Victoria miró confusa a sus hermanas y retrocedió asustada ¿Cuánto hacía que no subía al desván? había pasado mucho tiempo, ya los grillos cantaban su son nocturno, las luces titilaban y unas gotas empezaban a estallar a sus pies. Pronto la lluvia se convirtió en un velo que borroso desdibujaba las figuras de sus hermanas al fondo de la mesa de la merienda. La joven decidió que era tiempo de refugiarse de nuevo tras el muro indestructible de las páginas y dando media vuelta corrió hacia la casa con los brazos alrededor de su cintura.

A lo lejos se escuchaban los gritos de sus hermanas -¡El sombrero! ¡El sombrero! ¡Olvidas el sombrero!-

2 comentarios:

  1. ¡qué delirio de merienda!, curioso, sí ¡curiosísimo!, ¡menudo dúo de hermanas!, aunque la verdad eché un poco de menos una descripción de ellas.

    ¿estará soñando nuestra Victoria con tan locas hermanas convertidas en anfitriones de semejante merienda de no-cumpleaños, así como Alicia en el cuento de Carrol?

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  2. ¡¡Que entretenida lectura!!, ¡¡que cambio de ritmos!!, coincido con "Viator". Giro realidad-ficción o viceversa... Esto prometa, Alea. Victoria y su entorno tiene enganche.

    Un abrazo compañera.
    Enhorabuena por estos retazos de buena escritura, y la gama cromática de la foto.

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