lunes, 21 de marzo de 2011

Sexta escena de invierno: "Bébeme"

…Un suave chirrido…

Victoria se sintió disminuir, empequeñecer por momentos en el ahora enorme trono raído y desteñido. Se creyó diminuta en aquel desván, víctima de la ingesta involuntaria de algún pastelito o algún frasquito con un atractivo “bébeme” por envoltorio, como la pobre Alicia encerrada en aquel mundo de locos… sí, allá en la biblioteca, al fondo, dentro de uno de los pocos libros que, triunfantes, observaban desde lo alto el sangriento río de letras esparcidas por el duro suelo.

-Y la pequeña Victoria abrió los ojos mientras la gatita Diana lamía su rostro- Pensó la reina del desván con fe en que Lewis Carroll estuviera escribiendo su historia desde la eternidad, creando con tinta de estrellas un nuevo País de las Maravillas en el que Victoria era la protagonista.

Un golpe rápido hizo temblar a la joven rompiendo sus pensamientos y reavivando su cuerpo petrificado. Un sonido insistente venía de más abajo, agudo y repetitivo. Los pasos se perdieron.

El aire entró en sus pulmones ahogados y salió con la misma rapidez -el timbre- susurró Victoria mientras recuperando la movilidad de sus piernas corrió de puntillas hasta el estante mortal, se encaramó y raptó con una sonrisa traviesa el ejemplar de Alicia en el País de las Maravillas.

2 comentarios:

  1. ...La voracidad lectora y la imaginación de Victoria parecen no tener límites...Que mundo tan evasivo y fantástico la envuelve...Me hacen tener sed de la séptima escena, pronto quiero beber más...
    Enhorabuena Alea.
    Por cierto, buena composición fotográfica del enigmático mundo de Lewis Carroll. Me gusta la composición y la gama cromática.
    Un abrazo fraternal.
    Aarón.

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  2. Sólo una lectora voraz como Victoria podría abalanzarse con tamaña ferocidad al ejemplar de Alicia después de semejante susto.

    ¿Quien será esa persona o ser al que tanto teme nuestra querida reina del desván y emperatriz de los libros?

    Coincido con Aarón en la calidad de la fotografía, tratada, a mi parecer, con un gusto exquisito y una capacidad representativa enorme, como si de un escudo heráldico se tratase.

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